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El presidente de la Asociación Rural del Uruguay (ARU), Patricio Cortabarría, reconoció los esfuerzos del gobierno para apoyar al sector agropecuario, pero planteó igualmente varios cuestionamientos a la situación actual y a las medidas que el gobierno ha tomado.
Se centró en las críticas a lo caro que resulta producir en nuestro país, al déficit fiscal y a las políticas de inserción internacional, y reclamó que no se habilite la compra de tres plantas frigoríficas por parte de la empresa Minerva, que provocarían una concentración de gran parte de la faena y que afectaría gravemente los equilibrios de todos los eslabones de la cadena cárnica.
Un país caro
“Hoy el Uruguay es un país caro. A lo largo de la historia se han dado ciclos de altos precios de commodities en los cuales hemos creado estructuras rígidas que nos compromete en los ciclos de baja. Debemos impulsar las políticas y las reformas que nos permitan seguir creciendo sostenidamente.
Se generó en los últimos gobiernos el cambio de la matriz energética, algo indispensable, con una mirada de largo plazo, pero ¿cuánto de ese cambio ha repercutido en una mejora en las empresas y en las familias?
Hoy nuestra energía viene el 90 % de fuentes renovables, pero seguimos con tarifas similares a cuando importábamos combustibles fósiles. Seguimos siendo de los países con el combustible más caro, y esto termina erosionando la rentabilidad del sector. Aquí sí un llamado de atención a todo el sistema político, que no permitió que se llevaran adelante los cambios necesarios en el mercado de combustibles que permitieran tener un gas oil más competitivo”, afirmó el dirigente rural.
Déficit fiscal
“El programa de gobierno se comprometía a ordenar las cuentas del Estado, a llevar a una reducción importante del déficit fiscal. A los pocos días de asumir vino la pandemia, y a pesar de ello, con un esfuerzo muy importante del gobierno, se llevó a que en los dos primeros años se sobrecumplieran las pautas de reducción del gasto.
Sin embargo, en el último año ese rumbo cambió y entendemos que se dio una relajación de la política fiscal. No dejamos de reconocer la reducción impositiva, pero seguimos gastando más de lo que se recauda. Al día de hoy se gastan 22.000 millones de dólares, pero se recaudan 19.000 millones. Faltan 3.000 millones de dólares.
La razón del atraso cambiario, ayer y hoy, sigue siendo el déficit fiscal. Los datos del Banco Central muestran que estamos con el nivel más bajo de tipo de cambio real de los últimos 40 años, con un desalineamiento del 15 % respecto de sus fundamentos. De hecho, en el propio informe del Banco Central se indica que esta brecha seguirá acentuándose, revirtiéndose pero solo parcialmente hasta finalizado el año próximo.
Eso no solo nos preocupa, también nos ocupa. Hemos mantenido reuniones desde hace más de un año con el equipo económico, y al igual que a todo el Poder Ejecutivo, nos transmiten que les inquieta, pero que no tienen herramientas para solucionarlo.
Coincidimos en los beneficios que brinda una baja tasa de inflación para toda la sociedad, pero dada la persistencia y la magnitud actual del atraso cambiario eso repercute sobre la rentabilidad de todo el sector privado, que es quien en definitiva mueve la economía.
Nos mantenemos firmes en la posición de no intervenir el mercado de cambios, tal como se lo solicitábamos a los gobiernos anteriores. Entendemos que la tasa es la estrategia, pero el problema real, el problema de fondo, es el déficit fiscal.
Ese déficit fiscal se financia con deuda, que ingresa como moneda extranjera y se vuelca al mercado en pesos, para pagar los gastos de estructura. Para que el atraso cambiario no sea endémico hay que lograr un equilibrio en las cuentas del Estado. El camino es claro: hay que gastar menos y generar las reformas que permitan aumentar la productividad.
Nadie dice que sea fácil: pero, como dijo un expresidente de ARU en este palco, “las personas valiosas son las que hacen las cosas que hay que hacer, aunque sean difíciles; los gobiernos deberían obrar de la misma manera”.
Aumentar la productividad
“Para lograr un desarrollo económico y social es indispensable incrementar la productividad. Así lo ha demostrado el agronegocio uruguayo con un crecimiento de 70 % de su producción en los últimos 20 años, cambiando la realidad del país. Todos los que recorremos el interior lo vemos a diario.
Pero productividad en el sentido más amplio, es decir aumentando producto por hectárea utilizada, pero con innovación, cuidando los recursos ambientales y con tecnología aplicada en cada proceso.
Reconocidos los encadenamientos que el agro tiene sobre el resto de la economía, cuanto mejor le va al campo, mejor le va al Uruguay. Al hablar en aumento de productividad generalmente se piensa en el productor más grande, sin embargo, se debe pensar en el más pequeño, porque incrementando la productividad es como se mejora su calidad de vida. Que la escala de los predios no siga siendo la mejor herramienta de defensa de los productores.
Somos un país agroexportador, lo que no puede ser interpretado como de poca innovación, todo lo contrario; somos de los sectores que más tecnología incorporan. Solo una muestra de todo lo que es innovación y tecnología está en esta Expo Prado.
Uruguay se enfrenta al desafío de incrementar su tasa de crecimiento de largo plazo. Llegamos a un punto en que el país no es atractivo, salvo que haya incentivos de importancia para que las inversiones se den. Está bien que así sea, esas inversiones dinamizan la economía, pero deberíamos lograr ser competitivos siempre. Si las inversiones se dan por renuncia fiscal, el problema entonces es lo fiscal. Tenemos que ser atractivos para todos, para los que ya estamos y para los que están por venir”.
Concentración de la industria
“Algunas semanas atrás se hizo pública la noticia de la posibilidad de que tres plantas frigoríficas cambien de propiedad. En Uruguay tenemos el marco jurídico para garantizar la libre competencia y el buen funcionamiento de los mercados. Esto no es proteccionismo, es defender un mercado justo.
La Comisión de Promoción y Defensa de la Competencia tiene una guía que incluye lineamientos y criterios necesarios para llevar adelante un análisis de una posible concentración, y dependiendo de ellos otorgar o no la autorización. La ARU ya solicitó y confirmo que va a ser recibido.
El precio del ganado a faena es el que define todo en el sector ganadero. Cuando hay buen precio y este es sostenido, se benefician todos los eslabones de la cadena, desde el ternero hasta la vaca preñada. Alcanzar los tres millones de terneros no fue casual, fue la respuesta al mercado.
En esta situación planteada, se estaría frente a una nueva estructura, con una empresa dominante en el mercado, y una pluralidad de competidores de mucho menor tamaño. Solo esta firma faenaría lo mismo que la suma de las diez plantas que lo siguen en importancia.
Los indicadores señalan que de concretarse esta nueva compra el mercado de venta de ganado para faena se transformará en un mercado altamente concentrado. Desde la ARU estamos trabajando fervientemente en presentar todos los recursos técnicos para demostrar que esto no es bueno para el sector y no es bueno para el país.
Somos un país ganadero, con un entramado social de productores de variada escala, productores muy chicos y productores grandes, pero todos dependen del precio de venta de su ganado.
Un mercado pujante, en competencia, con reglas claras, es lo que queremos. A las pruebas me remito: el mejor precio de la historia del ganado se dio en base a una demanda pujante y a un mercado muy distinto al que se nos está planteando”. (Fuente: Asociación Rural del Uruguay).