Choques y roces camino al encuentro de jefes de Estado

“Logramos los consensos necesarios sobre el arancel externo común (AEC) para la disminución del 10 % de un universo muy amplio de productos”, la mitad de lo que pretendía Brasilia, informaba el 8 de octubre el canciller de Brasil, Carlos França, tras la reunión que había mantenido con su par de Argentina, Santiago Cafiero, un encuentro tan sorpresivo como el acuerdo logrado, teniendo en cuenta que Buenos Aires se resistía a la pretensión de Brasilia. Ahora “será presentado a Paraguay y Uruguay” en la cumbre de fin de año del Mercosur, complementó.

Pero había mucho camino por recorrer pese al poco tiempo que restaba para ese encuentro, en el que sucedió lo que algunos expertos preveían: Uruguay ató su aprobación, sobre la cual no discrepa sustancialmente, al planteo de flexibilizar la disposición del Mercosur, que impide a uno de sus miembros negociar acuerdos por separado con terceros países o bloques, y todo se cayó con las consecuentes heridas.

Es bastante peligroso creer que Uruguay tenía un arma para presionar a Brasil, impulsor de la reducción del AEC y que aparecía como el más cercano a aceptar algún tipo de flexibilidad, anticipó en declaraciones a La Diaria en aquel momento el especialista en comercio internacional Marcel Vaillant, profesor de la Universidad de la República. “Nuestro único valor en esta negociación es la insignificancia, no la presión…”, recalcó.

En la última cumbre del bloque, Brasil se puso en línea con Argentina y Paraguay para postergar la corrección del tributo impuesto a los productos llegado de extrabloque ante la firmeza de Uruguay en su postura de flexibilizar el artículo 32 del Mercosur.

El gobierno uruguayo se presentó ante la cumbre por internet del 17 de diciembre sin ceder en su postura de supeditar la modificación del AEC a la del artículo 32 del tratado mercosuriano para que se le habilite la negociación con China en busca de un tratado de libre comercio bilateral, y ya desde la reunión del día anterior del Consejo de Mercado Común del bloque todos los participantes tuvieron claro que la cumbre de presidentes no tendría consensos.

“Hemos dicho más de una vez que, al mismo tiempo de la baja del arancel externo común (AEC), debería presentarse la flexibilización del bloque, las dos cosas van de la mano”, reiteró el presidente Lacalle Pou en los días previos, como lo había declarado apenas conocer el acuerdo alcanzado en octubre entre Cafiero y França.

El AEC aprobado en 1994 por los cuatro países fundadores del Mercosur, que entró en vigencia y comenzó a ser aplicado a las importaciones de bienes no originarios del bloque el 1o de enero de 1995, no abarcó el total de productos de la nomenclatura.

La propuesta de reducción incluye al 75 % del universo arancelario del bloque, aunque serán excluidos el sector automotor, el calzado y el textil. En la actualidad se aplica a las mercaderías —salvo rubros exceptuados— que llegan desde fuera del Mercosur un gravamen de entre 10 y 18 %, con un promedio que ronda el 13 % y un máximo de 35 %, mientras que en el resto del mundo se cobra una media de 5,5 %.

Recovecos de la diplomacia

“Es bueno para el país que el presidente Lacalle Pou sea un firme negociador que no arruga ante las potencias” del Mercosur, sostuvo poco antes de la cumbre, en una columna en el diario El Observador, el analista Ricardo Galarza.

Añadió que Uruguay “hace meses que busca, o bien, una modificación en tal sentido a la normativa del bloque, o que se le otorgue un waiver (dispensa) para negociar un tratado de libre comercio con China, postura a la que el gobierno argentino se ha opuesto desde el primer día, y sobre lo que no está dispuesto a ceder”.

“Brasil, en cambio, había dado muestras suficientes de no oponerse a la aspiración uruguaya e, incluso, su ministro de Economía, Paulo Guedes, hasta la apoyaba abiertamente”, recordó Galarza. “Pero algo pasó en el medio para que, en la antesala de esta cumbre, Uruguay llegara sin acuerdos previos con ninguno de sus socios, lo cual podría haber debilitado seriamente su posición”, apuntó.

“Esas previas en diplomacia se trabajan, y Uruguay al parecer no lo hizo, o no lo hizo de manera eficiente”, cuestionó.

Galarza entiende que “no había razón para no acompañar a Brasil en la baja del AEC, con independencia de lo que negociara Argentina por su lado, pues la buena diplomacia se asemeja a una vara y ya sabemos que estas se rompen con gran facilidad cuando son muy rígidas. Después de todo, esto del proteccionismo de las dos potencias del bloque es algo con lo que hemos vivido siempre y será para siempre, así que hay que armarse de paciencia y ser diplomático, muy diplomático”, sostuvo.

Para expertos consultados por el portal Tradenews tras la reunión Cafiero-França, “el acuerdo sellado entre ambos significaba una derrota para Brasil en cuanto afectaba su declarada postura aperturista según defiende el ministro de Economía, Paulo Guedes, quien había propuesto una reducción del 50 % del AEC, además de que se ampliaron las excepciones y la protección se extendería a los productos de marroquinería y electrodomésticos, además de los que ya hay para la industria liviana más vulnerable, calzados y textiles.

La decisión, primero unilateral, de Brasil de bajar el AEC, aunque no en el nivel que pretendía, fue asumida por Lacalle Pou como una señal indirecta de apoyo a su planteo de flexibilización. “Nosotros creemos que esto no hace más que respaldar lo que nosotros sosteníamos”, dijo el mandatario en rueda de prensa unos días antes de la cumbre.

“Es notorio que algunos países más grandes del bloque pueden darse algunos lujos que nosotros no podemos, porque nosotros somos en tanto y en cuanto nos abramos al mundo, y lo vamos a hacer como lo dijimos en campaña electoral. Ya empezamos con China, pero vendrán otros. Uruguay va a jugar en cancha grande y va a ganar en cancha grande, porque confiamos en los uruguayos, y ese es el camino que hemos elegido”, sentenció el presidente anunciando la posición a llevar a la cumbre.

En cambio para el legislador del Frente Amplio, Daniel Caggiani, integrante de la Comisión de Asuntos Internacionales de Diputados, Uruguay se encuentra, ante el acercamiento de Brasil a Argentina, que bajó sus decibeles de confrontación, en una situación de incertidumbre respecto de su política exterior, que se ha caracterizado por grandes declaraciones y pocas concreciones.

La fatiga de los 30

Las tensiones surgidas entre los países fundadores del Mercosur, ya sea por discrepancias ideológicas, rumbos comerciales u otros, tienen como telón de fondo a un bloque con fuerte deterioro de su flujo comercial interno, acentuado con la crisis económica provocada en especial por la pandemia de COVID-19, a juicio de analistas. Aunque hay datos de recuperación, los 30 años de existencia han generado desgastes varios.

A pesar de esas dificultades y de la disputa por el AEC y el planteo de flexibilización, el analista argentino Jorge Castro no cree que el bloque pueda llegar a quebrarse. “No creo, porque la norma [32] que establece que las negociaciones con nuevos espacios económicos internacionales se debe realizar por consenso no integra el Tratado de Asunción original”. “Es un acuerdo posterior”, aclaró al suplemento Economía y Política de la publicación argentina El Cronista.

“El Mercosur no está mejor que el año pasado”, admitió Marcelo Elizondo, consultor en economía y negocios internacionales, en nota al portal argentino Chequeado. Entiende que hay países que quieren potenciarlo, como es el caso de “Brasil, intentando rebajar el AEC e impulsa acuerdos de libre comercio del bloque que ya están en negociación, de Uruguay buscando un tratado de libre comercio con China por su cuenta, mientras que Argentina trata de mantener el statu quo acercándose un poco más a Brasil ahora, pero tratando de evitar el colapso, más que nada por una posición defensiva”.

Su colega Alejandro Frenkel, profesor de la argentina Universidad de San Martín, coincidió en el mismo informe en que “hay una reducción del comercio interregional y no se ven medidas que tiendan, por lo menos en el corto plazo, a revertir esa tendencia” que se aprecia desde el 2011, con algunas excepciones en el 2013, 2017 y 2018, para caer abruptamente en el 2020, año de comienzo de la pandemia.

En ese marco, apuntó contradicciones entre intenciones y hecho. El gobierno argentino de Alberto Fernández “sí intentó fortalecer el Mercosur”, mientras que “Brasil y Uruguay tienen una posición mucho más aperturista”, lo cual “implica debilitar” el bloque, “aunque para los gobiernos de ambos países signifique fortalecerlo”.

El objetivo fundacional del Mercosur fue la creación de un mercado común, y “algunos países entienden que comerciar con el afuera implica potenciarlo; y otros, como Argentina, creen que hay que protegerlo”, explicó.

La creación del bloque permitió en la década de 1990 que el comercio entre los cuatro países fundadores se quintuplicara, atraer inversiones y que fabricantes de automóviles construyeran cadenas de valor regionales.

Con errores de construcción y un desequilibrio natural con un Brasil abarcando 74 % del producto bruto regional, el Mercosur congrega una economía nominal de 1.835 billones de dólares y una población de casi 300 millones que hacen que sea una de las seis mayores comunidades económicas del mundo.

El Mercosur cumplió su objetivo de aumentar el flujo interno comercial, más allá del retroceso de los últimos años, pero ha fracasado en ser una “plataforma de salida al mundo”, ya que ha logrado muy pocos acuerdos comerciales fuera de la región, cuestionó el uruguayo Agustín Iturralde, director ejecutivo del Centro de Estudios para el Desarrollo, en la presentación del informe “Índice de Vulnerabilidad Comercial”. En el caso de Uruguay, su estructura exportadora al bloque ha reducido su peso relativo desde más de 50 % a fines de los años 90 hasta el 21,6 % en el 2020, aseguró.

Una hipotética ruptura con el Mercosur impactaría de forma relevante en las exportaciones de corte industrial al bloque, esto es el 10 % de las exportaciones totales de Uruguay al mundo, que equivalen a unos 808 millones de dólares”, agrega el documento presentado por Iturralde. Del mismo modo, explica que en el 2020 este país vendió bienes al mundo por 8.022 millones de dólares, de los cuales 1.731 millones fueron al bloque.

Empero, “el Mercosur como destino de las exportaciones uruguayas de bienes viene cayendo sistemáticamente desde hace 20 años”, agrega el informe que recoge el diario El País. En el 2001 el bloque absorbía el 41,3 % de las ventas de bienes uruguayas, siendo nuestro principal socio, mientras que en la actualidad representa el 21,6 %.

“Lo que le está pasando al Mercosur es el efecto de un proceso de fatiga al cumplir 30 años de creado”, afirmó Elizondo en el debate cubierto por El Cronista. “Los primeros 20 fueron muy exitosos y, cuando un proyecto genera resultados, deja satisfechos a todos, pero en los últimos 10 se empezó a achicar y ahora el comercio entre los socios es menor, apuntó”.

El año último, precisó Elizondo, Argentina le vendió al Mercosur la mitad de lo que había hecho en la última década. “Tanto Brasil como Uruguay lo que están viendo es que es necesario internacionalizar el bloque, porque el comercio entre nosotros tiene un límite”, afirmó.

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