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La pandemia dejó en evidencia que los modelos educativos que desarrollan en los estudiantes y docentes habilidades y saberes como la adaptabilidad, la creatividad, la capacidad de comunicación y la cooperación son cada vez más necesarios para el ciudadano del mundo actual
“Lo único constante es el cambio”. Esta frase, adjudicada a Heráclito 500 años antes de Cristo, y que habla del concepto de pántarei, o el flujo permanente de la vida y el mundo en cambio constante, ha cobrado más vigencia que nunca cuando la población mundial se ha visto expuesta a una nueva pandemia que hasta hoy afecta a la mayoría de los países y para la cual aún no hay remedio.
A nivel local, los efectos sanitarios de la enfermedad han sido leves comparados con los del resto del mundo, gracias a la sumatoria de una serie de factores que incluyen la baja densidad de población, el cierre de fronteras y la suspensión a tiempo de actividades, entre otros motivos que manejan los expertos.
Pero los efectos que todos hemos constatado, personal y colectivamente, son mucho más amplios y profundos que los que tienen que ver con el contagio del virus. Los efectos se evidencian en los niveles de angustia, la baja tolerancia a la frustración, la dificultad para adaptarse a nuevos desafíos y el sentimiento de soledad y aislamiento. Todo esto en un contexto de inseguridad laboral y crisis económica.
En este marco, la educación ha tenido que reinventarse rápidamente y hacer frente a los enormes desafíos planteados por la coyuntura actual, sin muchos manuales ni hoja de ruta oficial.
Más allá de los casos de éxito o las zozobras que las instituciones educativas han atravesado, la complejidad de las respuestas y propuestas que los equipos directivos y docentes han debido abordar van mucho más allá de contenidos programáticos y plataformas digitales. Tienen que ver con la capacidad de adaptarse a los cambios y de dar a los estudiantes y sus familias las herramientas necesarias para tomar la realidad tal como es y convertir todos estos desafíos en oportunidades de mejora continua.
Para saber más sobre la realidad que enfrentaron las escuelas y centros de enseñanza, nos acercamos al Colegio Ciudad Vieja, una institución educativa bilingüe, ubicada en pleno casco histórico de la ciudad, que desde hace más de 30 años prioriza en sus programas, en su propuesta educativa y en la formación de sus equipos docentes la promoción de saberes, habilidades y actitudes que formen a un ciudadano capaz de adaptarse a una realidad local, regional y global que solo garantiza cambios de escenario permanentes, según lo expresa su equipo de dirección, integrado por los directores de los niveles Maternal, Inicial, Primaria, Secundaria e Inglés.
Lo primero que surge de la conversación es que algunos de los factores que permitieron desarrollar estrategias educativas adecuadas durante la pandemia fueron la orientación del colegio a trabajar en las competencias necesarias para el mundo actual, como el trabajo basado en proyectos, que ejercita constantemente la habilidad de dar significado a los conocimientos teóricos; la interacción permanente con el barrio y sus instituciones, que propone siempre al estudiante y al docente el desafío de aplicar el proceso de aprendizaje y de enseñanza en contextos diversos y variables; y la multiculturalidad a través del uso eficaz del idioma inglés como herramienta de interacción global, que entre otras cosas permite desarrollar las capacidades de empatía y adaptabilidad a las diferencias. La apuesta es a formar un ciudadano del siglo XXI capaz de desarrollar pensamiento crítico y afrontar con proactividad sus desafíos, allí donde decida hacerlo.
Nos cuentan los integrantes del equipo de dirección del colegio que la emergencia sanitaria los puso a prueba en varios aspectos, y la educación a distancia fue uno de los principales. Un cambio abrupto e inesperado.
La clave en este sentido fue poder reinventar los escenarios educativos y asumir rápidamente que habitar la escuela ya no es estar en un aula, sino ser capaz de interactuar docentes y estudiantes en un marco flexible pero de contención y acompañamiento permanente, más allá de los soportes y las modalidades.
Según la maestra directora Sonia Valbuena, una de las prácticas que más contribuyó con la rápida respuesta a esta circunstancia fue la de Aula Expandida Extramuros, que lleva adelante el colegio desde hace más de 20 años.
“El colegio trabaja desde hace dos décadas en sacar el aula fuera de sus paredes físicas, llevando los escenarios educativos a museos, calles, plazas, instituciones y actividades de su entorno, como una práctica permanente y sostenida. Con la pandemia cambió el ambiente áulico. Ahora nos movemos alternando espacios físicos y virtuales que vinieron para quedarse. Pasamos rápidamente a un escenario virtual poniendo en marcha nuevas estrategias desarrolladas por los docentes, que pusieron en juego toda su creatividad, desestructurando saberes, prácticas y reinventándose diariamente de forma individual y colectiva”.
Basados en esta experiencia, lo importante no fue haber tenido un enorme desarrollo tecnológico previo, sino haber tenido desarrolladas y ejercitadas las habilidades de adaptabilidad a nuevos y diversos escenarios educativos. Las tecnologías fueron simplemente un medio que se puso a disposición para hacerlo posible.
Otro gran desafío fue no perder el rumbo, el sentido común. El imperativo moral de que todos continúen aprendiendo debía seguir siendo la meta. Pero ¿qué enseñar en estos momentos?, y ¿qué estrategias se pusieron en marcha? Nuevamente en este sentido el colegio ya venía trabajando en esa estrategia educativa, la de formar en competencias como la capacidad de comunicación, el pensamiento crítico, la cooperación y la alianza con las familias.
Este último aspecto, sumado a la cercanía interpersonal que caracteriza el vínculo del colegio con toda la comunidad, expresado en la frase que los representa “Conocerse es lo que importa”, ha permitido que pese a la distancia física y la aparente frialdad de los dispositivos tecnológicos el vínculo entre todos los actores siguiera profundizando su aspecto más humano, e hizo más explícita la cercanía con cada realidad y cada necesidad educativa por parte de los niños y jóvenes.
Cecilia Pons, directora del nivel Maternal, destaca la enorme importancia de contener a las familias, acompañarlas y brindarles herramientas diversas para continuar los procesos con niños pequeños, considerando que la educación maternal es la más difícil de llevar al modelo virtual, pero que los aprendizajes de esta etapa de la vida son fundamentales para el resto de la trayectoria educativa de un niño.
Aquí la dificultad principal se planteó en cómo llegar a los bebés sin la presencialidad, y se abordó el desafío de continuar ese vínculo afectivo imprescindible. Las educadoras debieron reinventarse ante cada propuesta pensada para trabajar en sala y llevarla adelante a través de una pantalla, con la exposición permanente que esto conlleva y el hecho de “entrar” a la casa de sus alumnos y dejarlos “entrar” también a la suya.
Lo más importante fue que nunca hubo resistencia por parte de los docentes, sino, al contrario, mucho entusiasmo por crear cosas nuevas, con alegría y esperanza de reencontrarse con sus alumnos lo antes posible.
Verónica Toyos, directora del área de Inglés, nos cuenta que, de todos modos, se atravesaron momentos de tensión e incertidumbre, naturalmente. Pero que las salidas a estos momentos se encontraron en el trabajo colaborativo, desarrollándose fuertes habilidades interpersonales y creativas entre docentes, familias y direcciones.
Finalmente, los profesores Andrés Rodríguez y Silvana López, que integran el equipo de dirección de Secundaria, consideran que la fluidez en las comunicaciones y la adaptabilidad a los diferentes soportes fue esencial para la continuidad escolar de sus estudiantes. Conocer a cada estudiante, sus estilos de aprendizajes y puntos a fortalecer, y acompañarlos de cerca para evitar la frustración fue trabajo de todo el equipo docente, junto a las adscripciones, direcciones, la psicóloga institucional y la asistente social.
Este equipo destaca también que, en este nuevo tiempo transitado, el desarrollo profesional de los docentes ha sido un pilar desde donde priorizar qué se enseña y para qué hacerlo, teniendo en cuenta los diferentes medios que, desde la virtualidad, posibilitan dirigir los procesos de enseñanza y aprendizaje. La participación en diferentes instancias de formación propuestas en este escenario, desde cursos, conversatorios, webinars, en un colectivo que busca aprender siempre, trabajando en red y en colaboración, ha permitido construir y explorar nuevas propuestas didácticas.
En este momento el colegio sigue trabajando en la mejora continua de su estrategia educativa frente a los cambios de paradigma, obteniendo datos a través de encuestas, perfeccionando su propuesta virtual con una plataforma más dúctil e integradora, pero, sobre todo, fortaleciendo la alianza entre el colegio y las familias; alianzas emocionales y de aprendizaje, partiendo de la base de que la evaluación continua es un insumo fundamental para la mejora.
Considera que la retroalimentación con las familias, estudiantes y docentes nutre y mejora la toma de decisiones, más allá de la pandemia, y pensando en la revolución por la cual transita la educación. Esto también le ha permitido planificar a futuro, incorporando muchas de las estrategias desarrolladas en este período como herramientas consolidadas del quehacer educativo de la institución.
Entre las conclusiones expresadas por los alumnos de Secundaria, destacan las habilidades y herramientas adquiridas en este período, como nuevas formas de comunicación, mejor capacidad para manejar los tiempos y usar la tecnología, y la capacidad de autoorganizarse en relación al avance de tareas, actividades y clases.
Las palabras autonomía y organización son las que más aparecen entre los adolescentes, que destacan estos como los principales aprendizajes que les dejó la emergencia sanitaria. Un saldo positivo, en tiempos de convertir desafíos en oportunidades.